viernes, 15 de febrero de 2008

¡Poder al emigrante!

Un estudio del 2003 titulado “Descubriendo el potencial productivo de El Salvador”, realizado por dos reconocidos economistas, establece que, independientemente de la cantidad de reformas efectuadas desde principios de los años 90, ese país parece haberse estancado en materia de crecimiento económico.

El estudio contiene un análisis sobre las causas de tal estancamiento y presenta una interesante metodología de “auto-descubrimiento” para lograr el desarrollo de nuevas industrias. Igualmente reflexiona sobre la mejor manera de como el gobierno de El Salvador pueda apoyar a ese tipo de proceso.

No obstante, lo más interesante del estudio es observar como dos expertos, aún viendo los árboles que representan las transferencias de los emigrantes, no logran descubrir el verdadero bosque que conforman los trabajadores globales de El Salvador. ¿Cómo puede haber existido crecimiento dentro de El Salvador mismo si los salvadoreños se fueron a crecer en otro lugar?

El Banco Mundial estima que en el 2007 las remesas de los emigrantes de El Salvador a su país fueron de 3.7 billones de dólares. Si esas remesas representan el 15% de los ingresos brutos de sus emigrantes, el Producto Emigrante Bruto (PEB) de El Salvador sería de 24.7 billones de dólares.

El Producto Interno Bruto (PIB) de El Salvador, que el Banco Mundial reporta como de 18.5 billones de dólares para el 2007, quedaría reducido a unos 14.8 billones de dólares si le restamos el efecto de las remesas.

Amigos saquen sus propias conclusiones. Los emigrantes salvadoreños producen (24.7), es decir, un 67 por ciento más que lo producido por los que se encuentran en El Salvador (14.8).

China ha crecido porque ha logrado movilizar horizontalmente a inmensos números de trabajadores desde las zonas rurales pobres a las zonas de las industrias exportadoras, donde obtienen mayores salarios. El Salvador ha hecho lo mismo, sólo que en su caso la emigración ha sido vertical, del sur al norte y cruzando fronteras, con lo que ha logrado así aumentos salariales mayores aún.

En tal sentido, si sumamos el PIB neto de remesas de El Salvador con el PEB de los salvadoreños, podemos observas que más que duplicamos las cifras del PIB convencional y podríamos concluir que El Salvador ha crecido más rápido que China. ¿Y por qué no hacerlo? ¿Acaso los de El Salvador son menos salvadoreños sólo porque trabajan fuera de su país?

De lograr sincerar el “auto-descubrimiento” a fin de incluir las realidades de la globalización, se podría concluir que por lo menos por los momentos, cuando tanta de su gente con iniciativa han decidido buscar el desarrollo fuera de las fronteras, que no conviene invertir demasiado dinero buscando desarrollar nuevas actividades económicas en El Salvador.

Lo anterior también debe tener efectos políticos por cuanto, desde una perspectiva global, el gobierno Salvadoreño está más bien relegado a cumplir una función de encargado de la hacienda… por lo menos mientras sus trabajadores estén de viaje trabajando.

Por ser un convencido de que la mejor manera de cómo los emigrantes pueden lograr influir en su país anfitrión comienza por aprender a ejercer el poder en su propio país, soy de los que creen que los trabajadores emigrantes de el Salvador deberían tener hoy el derecho a tener la mitad de las bancadas en la Asamblea Legislativa de su país.

Habiendo sido Director Ejecutivo en el Banco Mundial durante el período 2002-2004, donde entre otros países me tocó el inmenso orgullo de representar a El Salvador, siempre he sostenido que en la búsqueda de una mejor manera de acomodar la estructura de poder del Banco Mundial a las nuevas realidades económicas, antes de reasignar los votos entre una realidades geográficas, bastante locales, debería dársele un puesto en sus Juntas Directivas a un representante de la inmensa comunidad de los trabajadores emigrantes.

Publicado en El Tiempo Latino, Washington, 15 de Febrero de 2008